Viajar en soledad y no sentirte sola si no feliz. Entiendo que sea un concepto difícil de entender para algunas mentes porque a mí hace no muchos años también me daba miedo tan solo imaginarlo. Pero en Enero por fin lo hice y ha sido de las mejores experiencias de mi vida. No sentí miedo en ningún momento por no hablar el mismo idioma, o por la posibilidad de perderme en alguno de los pueblos que tenía planeado visitar, o porque alguien me pudiera hacer algo, o porque no saliera como había planeado. Solo me sentí insegura por las noches al volver a mi hostel ya que estaba en medio de un parque bastante grande y poco iluminado (una de las noches me sorprendió un zorro mientras hablaba por teléfono con mi hijo).
Sonrisas de extraños es lo que recibía y lo que daba. Es lo que daba y me devolvían. Preguntaba y me ayudaban. Muchas personas entablaban conversaciones conmigo porque les encantaba España y no comprendían cómo a mí me gustaba tanto su país.
Pero hubo algo que me sorprendió, y fue que aún hay muchísimas personas que se asombran cuando dices que viajas sola. Que te muestran su admiración como si fuera algo por lo que admirar a una mujer.
Viajar y la fotografía siempre han sido de mis mayores aficiones pero en los últimos años apenas he podido practicar el de viajar. Me despejan la mente, liberan del estrés y las considero mis mayores herramientas en cuanto a crecimiento personal. Como podéis imaginar este viaje lo hice acompañada de mi cámara (y de un libro de poesía que me leí en día y medio…) y han sido el detonante para dejar de guardar este tipo de fotos en mi ordenador o que solo vieran la luz en mis post. He creado en mi web una galería de imágenes con fotos que están a la venta tanto en digital como impresas. Me gusta la idea de imaginarlas en otros hogares.