Ser madre te regala mucho más aprendizaje del que tú das. Se recibe un amor tan grande e incondicional que pocas veces agradecemos como se merece. Pero ocurre algo, y es que en esta sociedad nos han inculcado generación tras generación que cuando se tienen hijos solo existen ellos y que tú debes pasar a un tercer plano. Por eso cuando vuelan del nido nos encontramos con madres que adoptan un papel tan controlador en las vidas de sus hijos que ni los de los aeropuertos, con madres que caen en depresiones a las que la soledad les aplasta porque basaron su vida en girar alrededor de la de su familia, madres que viven a través de sus hijos creyendo que eso es vivir.
Estamos en la generación del cambio y este movimiento llega antes porque la vida nos agita para hacernos ver que para ser madre no hay que renunciar a ser mujer. Es necesario. Una cosa debe ir unida a la otra. Mujeres que ya no renuncian a ellas y tampoco renuncian a sus hijos. Parejas que aman con libertad porque vieron que era un amor más sano, más que el apego que nos hicieron creer que era el verdadero amor. Mujeres llenas de amor propio. Mujeres llenas de amor para dar. Mujeres llenas. Mujeres. Madres. Personas con alma.
Por eso cuando recibo un email diciendo «tengo hijos pero me apetece hacerme una sesión sola» doy gracias a la vida porque sé que esa mujer me va a regalar una gran tarde.
Ahora ELLA tiene un recuerdo en imágenes de esta etapa de su camino y sus hijos tendrán un recuerdo de la mujer que es su madre.